La presentación reciente del informe del Fondo Monetario Internacional, Perspectivas de la economía mundial 2016, consigna información poco alentadora para las economías emergentes, como la nuestra, pero al mismo tiempo plantea algunas afirmaciones importantes que dejan entrever una evolución en los planteos económicos de este organismo multilateral. Bien vale leerlas atentamente.
El informe estuvo precedido por el discurso realizado por Christine Lagarde, Directora Gerente del FMI, en la Universidad Goethe, Fráncfort, unos días antes, el 5 de abril. Lagarde plantea una valoración general del estado de la economía global poco auguriosa.
En general, el debilitamiento de las perspectivas mundiales aumentó en los últimos seis meses, exacerbado por la desaceleración relativa de China, la disminución de los precios de las materias primas y las perspectivas de empeoramiento de la situación financiera en muchos países. Los mercados emergentes habían impulsado en gran medida la recuperación, y se esperaba que las economías avanzadas tomaran el relevo en materia de crecimiento. Pero esto no ha sucedido (…).
De hecho, para muchas economías avanzadas, la recuperación está resultando más moderada de lo anticipado. En Estados Unidos, el crecimiento está estancado, en parte debido a la fortaleza del dólar; en la zona del euro, el bajo nivel de inversión, los altos niveles de desempleo y el deterioro de los balances perjudican el crecimiento; en Japón, tanto el crecimiento como la inflación son más débiles de lo esperado.
Toda esa situación acarrearía una serie de riesgos para el conjunto de la economía global. Según Lagarde, estos podrían dividirse de acuerdo a los niveles de desarrollo alcanzado por los países:
- En las economías avanzadas, el riesgo estaría relacionado con legados de larga data de la crisis: fuerte endeudamiento, baja inflación, escasa inversión, poca productividad y, en ciertos casos, altas tasas de desempleo.
- En las economías emergentes y en desarrollo, los riesgos se relacionan con las crecientes vulnerabilidades: disminución de los precios de las materias primas, mayor endeudamiento del sector empresarial, volatilidad de los flujos de capital y, para algunos países, aversión al riesgo y contracción del crédito bancario.
El escenario se agrava considerando el actual contexto en el que las desigualdades extremas atentan directamente contra las bases de las democracias y la gobernabilidad. “Existe un abismo enorme en términos de la prosperidad personal –dice la número uno del FMI–, que se manifiesta en una desigualdad persistente, excesiva y creciente. Este aspecto es recogido por el informe reciente de OXFAM que sostiene que las 62 personas más ricas del mundo poseen el mismo patrimonio que los 3.600 millones más pobres”.
Lo más destacable del informe presentado por el FMI reside en la perspectiva que plantea sobre la reforma de los mercados laborales, algo que ha sido recogido por algunos medios y que podemos resumir de la siguiente manera:
Las reducciones de los impuestos laborales y los incrementos del gasto en políticas activas en el mercado laboral son más eficaces durante períodos de capacidad económica ociosa, en tanto que las reformas de los mecanismos de protección del empleo y los sistemas de prestaciones de desempleo son beneficiosas durante períodos de prosperidad económica, pero pueden tener efectos perjudiciales cuando la economía es débil.