
A poco más de un mes de la partida de Javier Neves Mujica –abogado laboralista, docente universitario, ministro de Trabajo y, sobre todo, excelente persona–, queremos rendirle este sencillo recordatorio como TrabajoDigno.pe.
La forma de hacerlo es releyendo sus reflexiones y apreciaciones sobre el que fuera el centro de su quehacer profesional y académico: el derecho laboral y el estudio de las relaciones de trabajo en nuestro país.
Sus conocimientos especializados y el justificado respeto que le tenían en diversos sectores laborales, académicos y empresariales, le valió para ser nombrado Ministro de Trabajo y Promoción Social el año 2004, en una coyuntura particular, pues se trataba del segundo gobierno democrático tras la década autoritaria del fujimorismo. La temperatura del momento la marcaba la discusión sobre la Ley General del Trabajo, iniciativa impulsada por los sindicatos para restituir el equilibro perdido con la legislación laboral neoliberal de los noventa. La primera entrevista que compartimos es, precisamente, de ese periodo, cuando ocupaba el sillón ministerial en el MTPE.

La segunda entrevista es más reciente y fue hecha para el blog TrabajoDigno.pe. En esta aborda, con una mirada amplia pero precisa y determinante, cuáles fueron los patrones de la “normalidad laboral” que heredamos del fujimorismo y que terminó legitimando la ideología del “cholo barato” como medio para lograr la productividad y competitividad en el medio. Abajo compartimos una versión ampliada de esta entrevista.
Entrevista en La República (pdf)
Entrevista a Javier Neves
Javier Neves Mujica, ex ministro de Trabajo, será recordado por la solvencia técnica de sus posiciones a favor de los trabajadores. En esta entrevista comparte una mirada panorámica a los últimos treinta años de políticas laborales en el país.
¿Quiénes fueron los operados de la reforma laboral fujimorista?
Quisiera decir antes, que la reforma laboral de Velasco aunque novedosa, fue criticada desde la izquierda. Era paternalista, reforzó la estabilidad laboral y la participación en la empresa. Pero en lo colectivo fue muy controlista. Marcado intervencionismo del Estado en la resolución del conflicto. Las reformas de Fujimori, en lo colectivo, fue claramente autonomista. La izquierda quedó descolocada. En lo individual se produjo un giro.
Pero ese no era el plan de gobierno original. ¿Cuándo se dio ese giro?
Cuando Fujimori era candidato, Santiago Roca nos llamó a Carmen Rosa Balbi y a mi para preparar un plan laboral. Lo expusimos ante Fujimori, que mostró cierta atención. Para cuando asumió el cargo dio un vuelco radical.
¿Quiénes fueron los operadores de esa reforma?
Los más involucrados fueron Ricardo Marcenaro y Carlos Torres y Torres Lara. Y un grupo de amigos de grandes estudios que fueron los que hicieron las reformas. Ese equipo estuvo claramente detrás de la reforma individual y colectiva, y de la reforma de del capítulo laboral en la nueva constitución.
¿Cómo logró darse una reforma que proponía cambios tan radicales?
Fujimori obtuvo del congreso “obstruccionista” facultades delegadas con los que se aprobaron hasta 12 decretos legislativos en lo individual, que lo reformaron todo. La Ley de Fomento del Empleo, que eran en realidad una Ley de Contrato de Trabajo; la de Compensación por Tiempo de Servicios, la de Gratificaciones, la de Jornada de Trabajo y Descanso.
Con Adolfo Ciudad y Ana María Yáñez criticamos el proyecto de capítulo laboral de la Constitución de 1993. Por supuesto que no incorporaron nada. Éramos minoría.
¿Qué buscaban con estas reformas?
Como fueron hechas por abogados ligados a intereses empresariales, querían que el Estado intervenga menos en lo laboral. En lo colectivo les convenía el control. La ideología liberal era la de flexibilidad y regular menos. Eso los unía: eran una comunidad de abogados de empresa. Que legislaron pensando en los problemas laborales de sus clientes, los que enfrentan en los juicios. Los reglamentos eran respuesta a los problemas que ellos tenían.
¿Qué otro aspecto contempló la reforma fujimorista?
Los otros decretos legislativos no eran tan cuestionables. Eran ordenar, modernizar, incluso la ley de compensación por tiempo de servicios. Antes los adelantos eran a cuenta y tenían que recalcularse. Con la nueva ley, el deposito es semestral y cancelatorio. Los sindicatos estaban en contra de la nueva ley. El Tribunal de Garantías Constitucionales se tumbó la ley. Dijo que había que combinar las dos cosas. Cualquier adelanto era pago a cuenta, pero a la vez te depositaban… una total incoherencia. En conclusión: en jornadas y descansos, gratificaciones, utilidades, CTS, representaron más una actualización de la normativa.
¿Cuál fue el cambio más significativo del nuevo ordenamiento laboral?
La propuesta más clara flexibilizadora fue la Ley de Fomento del Empleo, que incluyó nueve modalidades de contratos temporales, la eliminación de la reposición en casos de despido nulo, dejando al incausado e injustificado fuera del derecho solo con indemnización. Fueron cambios importantes respecto de lo anterior.
El eje de la reforma fue la estabilidad: contratación y despido, entrada y salida. Esa fue la gran batalla. La otra discusión sobre los sobrecostos es falsa. Muchos empleadores no ponen el acento ahí.
¿Cómo reaccionaron los empresarios?
Amigos que trabajan en Telefónica me dieron a entender que lo clave era la capacidad para imponer disciplina. El empleador es un autoritario. No quiere un poder que lo controle, por eso aborrece al sindicato. Cuando los jueces reponen a un dirigente sindical, el empleador se siente debilitado. “Ese se va a enseñorear, ahora está fortalecido”. El caso de Topy Top es ilustrativo. Hacen lo que sea, tanto en la vía legal como en la fáctica, para evitar el regreso de su principal dirigente. Dicen: “Yo soy el dueño esta es mi empresa, por qué voy a compartir decisiones con alguien”.
El regreso a la democracia, ¿se dio un cambió en el ordenamiento laboral?
El 2003, con el ministro de Trabajo Fernando Villarán, se recogieron las propuestas del Comité de Libertad Sindical de la OIT en lo referido a la legislación sobre relaciones colectivas. Se incorporaron 12 de las 16 recomendaciones hechas. Se quedaron sin realizar las referidas a las de huelga. Fue uno de los poquísimos cambios legislativos importantes desde Fujimori hasta hoy.
¿Algo que rescatar en este periodo?
Lo que logramos sacar el 2004, y con gran rechazo de Toledo, fue el registro sindical de trabajadores públicos. No tenían dónde inscribirse. Se había disuelto el INAP, casi todas las funciones se habían designado a otros organismos, pero esta no tenía. Había una disposición general que decían que las que no tenían asignación, iban a SUNARP, pero esta no quería. Sacaron un decreto supremo de registro sindical, y pudieron esta volver a inscribirse para negociar colectivamente. El congreso sacó una ley que no se reglamentaba.
¿Toledo la apoyó?
Toledo quería una ceremonia con los sindicatos para presentar el decreto. Pero luego se retracto y no quiso firmar. “Todos esos sindicatos van a querer luego negociar”. Le dije que si no firmaba el decreto, renunciaba. Sin embargo, la aprobó y se metió luego un discurso “yo he sido lustrabotas”.
También salió algo sobre inspección. El ministro Zavala modificó durante la transición las normas de inspección. Luego se han dado otros cambios, en lo legislativo, en lo jurisprudencial con el TC y algunos plenos supremos. Sentencias importantes como la del 2001 que dispuso que el despido incausado era inconstitucional y la del 2003 que dispuso el despido fraudulento. El campo de los despidos que conducían a la reposición creció: también el incausado y fraudulento. Y la Suprema complementó: esto se puede tramitar no solo en la vía constitucional del amparo, sino también en laboral ordinaria. Ahí han venido importantes cambios.
¿Por qué algunos sectores hacen tanto hincapié en lo del derecho a la reposición?
Si tu suprimes la reposición, y dejas intacta la contratación temporal, van a seguir contratando temporalmente. Como no hay indemnización, siempre será más barato. Odian que el trabajador regrese empoderado.
Sin embargo, no hay políticos que salgan a defender esa sentencia.
Nos han arrinconado tanto, con este discurso desregulador y flexibilizador, que terminamos defendiendo el régimen laboral fujimorista, pero con las importantísimas incorporaciones del Tribunal. No tenemos ninguna capacidad ninguna de proponer algo distinto.
¿Qué pasó con la famosa Ley General de Trabajo?
Por su trascendencia este proyecto requería de tres niveles de consenso. Un técnico, otro social en el CNTPE y otro político en el Congreso. Si prosperaba, iba a ser un proyecto muy consolidado. Los empresarios querían una reforma para empeorar. Le hablabas de recuperar derechos y nos respondían ustedes están soñando. Los temas más sensibles eran los de protección de la libertad sindical y despido.
¿Consideras alentador que los jóvenes lograran derogar una norma que los perjudicaba?
Los llamados pulpines no ganaron esa batalla, sino ganaron el futuro. Cualquier proyecto futuro en esa dirección hacía temblar las piernas. Significaba tener 50 mil personas en la calle protestando.
Sin embargo, Kuczynski intentó aprobar una Ley Pulpin 2.0.
El ministro Grados pretendió el primero año aprobar la contratación temporal sin causa. Ya no interesa la farsa de aparentar que tu puesto es permanente puesto que era recontra temporal. Felizmente no prosperó. Con los jóvenes no se van a meter. Por ejemplo, la Agenda País de Confiep hace una propuesta de empleo juvenil que incluye derechos laborales, pero con incentivos tributario. Los pulpines han hecho que este tipo de proyectos no vuelvan a la agenda.
¿Consideras que vivimos bajo una ideología que promueve el cholo barato?
Ya se hablaba el tema en los setenta. El gobierno revolucionario decía: el patrón no comerá más de tu pobreza. Luego aparecieron términos como “colaboradores”. Está muy extendido. Hasta en la Universidad Católica tiene pronunciamiento que lo utilizan. Todo esto tiene origen en el modelo norteamericano de relaciones industriales.
¿Es posible pensar en un consenso con los empresarios en lo laboral?
El terror de los empresarios no es un marxista, es un técnico que resuelve con justicia. Al ministro Christian Sánchez, ¿por qué lo odiaban cuando fue director o ministro? Porque sacaba resoluciones sólidamente sustentadas. Cuando ellos piden algo en el que no tienen la razón, se les niega razón, y si se les niega con sustento.
Recuerdo una famosa resolución de Tramarsa, los trabajadores quieren ir a la huelga y el empresario, para atrasarlos, solicita el arbitraje potestativo, antes de que entre la solicitud de huelga. Y se suscita un debate: si era facultad del sindicato solicitar el arbitraje potestativo y el empresario no puede pedir arbitraje si el sindicato quiere huelga. El ministerio resolvió a favor de Tramarsa, cuando era Director General de Trabajo, Juan Carlos Gutiérrez.