Cuestión de Grados

Autor: Enrique Fernández-Maldonado (en Diario Uno, 17 de julio 2016)

El nombramiento de Alfonso Grados Carraro (AGC) como Ministro de Trabajo, sorprende menos por su perfil ideológico que por el particular hecho de asumir un cargo anteriormente ocupado por su padre, el recordado Alfonso Grados Bertorini (1925-2010). Una coincidencia pocas veces vista, acaso la única, lo que enaltece (y complejiza) el reto.

AGC está estrechamente vinculado al sector privado. El semanario de Hilderbrandt (01/07/16) lo calificó como el “hombre fuerte de Backus&Johnson”. El Frente Amplio le atribuye “una gran cantidad de procesos laborales derivados de tercerizaciones fraudulentas”, que han terminado con sentencias judiciales por violaciones a derechos laborales (Comunicado público, 14/07/16). El congresista Yonhy Lescano (AP) denunció un evidente conflicto de interés en el nombramiento de un representante de una transnacional en la cartera de Trabajo (Hora N, 15/07/16).

A diferencia de su hijo, a Grados Bertorini –periodista, funcionario internacional, embajador– se le recuerda como un dedicado promotor del diálogo y la concertación. En su paso por el Ministerio de Trabajo (1980-1983) impulsó múltiples espacios de negociación tripartita (entre el Estado, trabajadores y empresarios), en el marco de una accidentada transición democrática e intensas movilizaciones sociales, como fue el segundo belaundismo.

En un paper sobre los procesos de diálogo social en el Perú, Sagasti y Prada (2005) encuentran que la Comisión Nacional Tripartita, que empujara esforzadamente Grados Bertorini, logró que: “Los empresarios participaran en la orientación de las políticas económicas, los trabajadores en la protección de sus ingresos reales y el Gobierno contara con el apoyo de estos grupos para su política antiinflacionaria”.

Prueba de su talante democrático lo encontramos en su última entrevista, brindada a un estudiante universitario: “Yo me iba a parar las huelgas más importantes, que no eran pocas. Iba a donde sea a conversar con cada parte. Claro, en ese tiempo el diálogo todavía era importante” (http://oigaenlinea.blogspot.pe/).

No extraña, por eso, el cuarto lugar que ocupó en la Encuesta de Poder (1981 y 1982), publicada anualmente por la revista Debate. Muestra del respeto granjeado en ambos lado de la mesa.

Las diferencias en cuanto a las trayectorias de padre e hijo son evidentes. Lo cual no sentencia de antemano una mala gestión del nuevo ministro, si bien instala comprensibles dudas. Está en AGC aminorar las preocupaciones y suspicacias que diversos sectores han expresado con su nombramiento.

La próxima semana listaremos las tareas prioritarias que deberá enfrentar en un sector disminuido y soslayado intencionalmente por los últimos gobiernos.