La semana pasada un editorial de El Comercio puso en agenda el tema laboral (Sin voz ni voto, 15/02/16). Fue una decisión meritoria, pues plantea un asunto de primera importancia en momentos en que el debate electoral es copado por las denuncias sobre plagios, omisiones administrativas y dineros mal habidos en campaña.
Sin embargo, el editorial presenta varias imprecisiones. Por un lado, crítica a “los candidatos que se muestran a favor de un incremento del salario mínimo, pese a que este es una barrera de entrada para aquellas personas que están fuera del mercado formal y que tienen menos posibilidades de acceder a un empleo bien remunerado”. Para luego acusarlos, a todos, “sin excepción”, de “no atacar los problemas de fondo que determinan la informalidad” y de “mantener un “silencio cómplice sobre las medidas necesarias para combatirla y que pasan por reducir los sobrecostos laborales (…), mantener o diferenciar el salario mínimo por tamaño de empresa y, más importante aún, flexibilizar las normas de contratación y despido de trabajadores”.
En su argumentación EC distorsiona el concepto de informalidad laboral, al incluir en el mismo paquete a los “independientes” sin protección social, una situación distinta a la de los trabajadores en relación de dependencia sin acceso a la formalidad. En el primer caso se requieren políticas orientadas a promover la afiliación individual a la seguridad social. En el segundo, hablamos de empresas que mantienen a su personal al margen de la legalidad, por diversos factores. Para ambos casos se requieren políticas diferenciadas, que van más allá del ámbito normativo-regulatorio.
Además, los supuestos de los que parte EC son falsos o están errados. En el blog TrabajoDigno.pe demostramos que un aumento en la remuneración mínima no causa una reducción de su cobertura ni alienta la informalidad laboral (Rompiendo mitos, 16/02/16).
Considerando el período 2004–2014 tenemos que la remuneración mínima se incrementó de S/ 460 a S/ 750 (63% en términos nominales). ¿Y qué pasó? El porcentaje de trabajadores asalariados del sector privado con remuneraciones inferiores a la mínima disminuyó en 15 puntos porcentuales, pasando de 46% a 31% a nivel nacional. Esta tendencia –que se registró en empresas de todo tamaño– reflejaría efectos positivos en los ingresos laborales.
¿Y nos volvimos más informales? Pues, fíjense que no. Dice TrabajoDigno.pe que “la tasa de informalidad laboral en el sector empresarial privado, entendida como el porcentaje de asalariados privados no registrados en planilla y sin acceso a beneficios laborales, disminuyó en 13 puntos porcentuales entre los años 2005 y 2014, pasando de 68% a 55%”. Una importante mayoría de estos bajo el régimen laboral de la actividad privada, supuestamente más costoso y rígido que el resto de régimenes “especiales”.
Podríamos preguntarnos por qué EC insiste con fórmulas fracasadas para promover la formalidad laboral. Preferimos, sin embargo, aprovechar el espacio y preguntarle a los candidatos cuáles son sus propuestas para mejorar la calidad del empleo: ¿Qué importancia le darán al Sector Trabajo en un eventual gobierno? ¿Qué medidas adoptarán para promover la capacitación laboral y la diversificación productiva? ¿Eliminarán “los beneficios laborales y las rigidices del sistema”, como propone erróneamente EC, o buscarán promover mayores niveles de productividad y rentabilidad para que las empresas puedan soportar el costo (de por sí bajo) de la formalidad laboral? Temas claves en momentos en que la economía crece a un ritmo menor y el modelo muestra evidentes signos de agotamiento.