Con ocasión del 26° Encuentro de ex becarios de Bolonia, Turin y Castilla La Mancha, realizado los días viernes 10 y sábado 11 de noviembre en la Escuela de Derecho de la Universidad de Valparaíso, Chile, tuvimos la oportunidad de conversar con Antonio Baylos Grau, maestro de varias promociones de ex becarios y catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad de Castilla La Mancha. Baylos es autor de libros como “Derecho del Trabajo: Modelo para Armar” (Trotta, 1991) y “El despido o la violencia del poder privado” (Trotta, 2009), este último en coautoría con Joaquín Pérez Rey.
TrabajoDigno.pe conversó con Antonio Baylos sobre las ideas que motivaron algunas de sus obras y su pertinencia en la actualidad y en contextos tan diversos como el peruano. Abordamos temas como la representación sindical y política; democracia interna, paridad y feminismo; los procesos constituyentes e identidades nacionales; la hegemonía cultural y el impacto de las nuevas tecnologías; los valores constitucionales, trabajo y memoria, entre otros.
DERECHO DEL TRABAJO: UN MODELO PARA ARMAR
Quisiéramos empezar repensando lo que motivó tu libro “Derecho del Trabajo: Un modelo para armar”, que ya va a cumplir treinta años. ¿Qué te motivo a escribir ese libro?
Han pasado treinta años, y la idea creo que sigue siendo válida. Lo que movía ese libro era algo bastante razonable, es decir, la idea de que el Derecho del Trabajo se compone de toda una serie de elementos, de piezas del modelo, que en función de cómo se articulen dan un resultado u otro. Y quienes podían y deben articular ese tipo de modelo resultante, son los sujetos colectivos que responden al trabajo. Y esa idea reposa en una consideración previa, y es la ambivalencia del Derecho del Trabajo. De una regulación que viene a racionalizar lo que es el mando, el comando capitalista sobre la explotación de la fuerza de trabajo y que a su vez implica, sin embargo, una capacidad por parte de los sujetos que representan a los trabajadores de encontrar espacios de libertad y de desarrollo de derechos. Y sobre esa ambivalencia es que nosotros vamos tecnificando las piezas del modelo: el contrato de trabajo, la organización de la empresa, el sindicato, la negociación colectiva, la huelga, etc.
Y poniendo la mirada sobre el sujeto colectivo, en el contexto actual, y su relación con el Estado y los cambios en la economía ¿cómo vemos ahora a ese sujeto colectivo?
Al sujeto colectivo, en principio, siempre lo hemos teorizado -y era relativamente sencillo teorizarlo- en el sur de Europa cómo un sujeto representante general del trabajo. Incluso los grandes debates eran acerca de si la representación del trabajo se expresaba dualmente a través de un partido obrero y del sindicato, y las relaciones entre partido y sindicato. Este era un discurso que se hacía compatible sin embargo con la noción de pluralismo sindical, que complicaba esta representación general -porque cada sindicato aspiraba a representar a la generalidad de la clase- pero que no impedía que se siguiera contemplando la representación de clase, desde ese punto de vista, un lenguaje, yo creo bastante universal, sobre todo en una determinada época.
El problema es que ahora hay más dificultades para construir una identidad única basada en la clase porque ese sujeto colectivo tiene una identidad múltiple, como sucede también, por ejemplo, desde el punto de vista del propio nacionalismo. Hay ciudadanos que tienen identidades múltiples en cuanto al origen, y creo que el sindicato comparte esta misma complejidad.
Además, hay cambios muy importantes en la composición de la clase. La propia composición del sujeto que se representa aparece mucho más fragmentada, segmentada y por tanto, resulta mucho más difícil de recomponer a través de un sujeto colectivo.
REPRESENTACIÓN SINDICAL Y REPRESENTACIÓN POLÍTICA
La representación de los trabajadores en Latinoamérica ha tenido y tiene una complejidad casi estructural. ¿Cómo representar lo que la sociología latinoamericana ha denominado un “sujeto laboral ampliado? Ello en un contexto de heterogeneidad, informalidad y diversidad.
Ahí, el problema fundamental es que nos encontramos encajonados por una regulación jurídica sobre la forma sindical. En la medida en que ésta es entendida sólo como una agrupación de trabajadores en activo y formales, se rompe esa posibilidad del “sujeto laboral ampliado”.
Hay que salir de este planteamiento. Países como España, Italia, Grecia, Portugal o Francia nunca hemos tenido mucho problema en entender que el sindicato es un agregado de una larga serie de trabajos porque, cada vez más, hemos pasado de la “edad del trabajo” a la de los trabajos, en plural. Entonces, el sindicato tiene políticamente la capacidad de representar a este tipo de trabajos, como el trabajo precario o el trabajo informal. Claro la situación latinoamericana es diferente.
En España e Italia tenemos una amplio porcentaje de trabajo informal o “irregular”, sin embargo no se plantea como un extramuro; se plantea como un problema de agregación o de implantacion del sindicato.
Hay una serie de experiencias que integran ese trabajo informal, por ejemplo un trabajo a mitad de camino entre un trabajo independiente y dependiente, y una dificultad de las estructuras sindicales en un momento dado para encasillar a ese trabajo en algo tan aparentemente sencillo como cuál es la rama de la actividad. Cómo utilizar unas estructuras sindicales que están pensadas para el trabajo industrial, o de servicios, para integrar este nuevo fenómeno. En Italia está lo que se denominó “las nuevas identidades del trabajo”, en España se intenta a través de las llamadas “uniones territoriales”.
No me parece que la noción del sindicato como representante sea incapaz de hacerse cargo de la representación del trabajo y de sus distintas manifestaciones: del típico, atípico, precario, estable, etc.
Y en ese contexto ¿cómo se articula la relación entre política, sindicalismo y Estado?
El origen de ello era que la representación del trabajo se ejercitaba a través de una dualidad de figuras que lo representaban, una era el partido obrero y otra el sindicato. Entonces, tradicionalmente ha habido un reparto de competencias: lo económico y social para el sindicato y lo político para el partido. Esto sigue funcionando en algunos pactos, por ejemplo, en toda Escandinavia es una regla rígida -teniendo en cuenta que el sindicato es unitario-, sin embargo, esto choca con el sur de Europa donde hay una gran pluralidad sindical y política.
Las distintas visicitudes que se desarrollan en los años setenta han permitido madurar la idea de autonomía sindical, una idea que, por otro lado, tiene antecedentes en lo que podría ser el sindicalismo revolucionario, pero de una forma depurada. Lo que yo creo es que la autonomía sindical quiere decir sencillamente que el sindicato no es sólo un sujeto económico y social, sino además sociopolítico. Esto significa que tiene un proyecto de sociedad autónomo y que normalmente, además está mucho más lastrado con esa visión de clase.
Este proyecto político y sindical lo tiene que hacer realidad y lo tiene que ir implementando frente al Estado que normalmente estará ocupado por partidos que no son obreros, pero también frente al partido obrero porque tiene otra mirada sobre la representación general del trabajo. Esto no quiere decir que sean enemigos, sino que en un momento dado tienen que debatir dialécticamente. Y la dialéctica de la unidad en el movimiento sindical en relación con el partido político es un tema muy potente.
En España eso lo trabajaron mucho en la clandenistidad Comisiones Obreras y el Partido Comunista y, en general, las relaciones con los partidos politicos, y ahí yo creo que se elaboró este modus operandi, muy interesante y teóricamente muy fácil de distinguir. El sindicato, a partir de su experiencia social y organizativa, tiene un ideario y una manera de entender cómo tiene que ser el proyecto que aúne a todos los españoles, y en él hay elementos políticos decisivos como es el Estado plurinacional y republicano.
Lo que sucede es que este tipo de proyecto era un proyecto político puro, que lleva consigo una forma de Estado determinada pero que, sobre todo, implica una forma de Estado social. Se negoció con las fuerzas económicas, políticas incluyendo al Partido Comunista, una negociación que generó mucha conflictividad con este partido porque la movilización social en torno a ese proyecto autónomo no lo prestaba el sindicato al partido, sino que era algo propio en donde convergía también el Partido Socialista. Esto se ha ido desarrollando en procesos posteriores y ha sido facilitado, por la toma de posición de los partidos obreros bajo lo que podríamos llamar partidos multiclase.
Es decir, hoy en día, en toda Europa del Sur es necesaria la autonomía del sindicato como sujeto político porque los partidos de referencia ya no son partidos obreros, son multiclase, por mucho que algunos enarbolen formalmente la idea de que son los representantes del obrerismo, porque cuando así lo hacen la distancia con la realidad de esta afirmación es abismal. Por lo tanto, hoy la idea de una autonomía de un proyecto político que radique en la reflexión del sindicato sobre el conjunto de la sociedad y la propia regulación general es un fundamento natural de actuación del sujeto sindical.
Esto lo hablo desde nuestra experiencia, que bajo ningún motivo debe ser importada de una manera mecánica; lo que sí creo que puede servir como base para la reflexión es la idea de autonomía y del sindicato como un sujeto sociopolítico. Esto es un elemento bastante más compartido por la propia necesidad de encontrar un interlocutor político para la seguridad social y los derechos de los ciudadanos. De tal forma que las cosas caminan en el sentido de fortalecer una posición autónoma del sindicato.
DEMOCRACIA INTERNA, PARIDAD Y FEMINISMO
Esa visión del sindicato contemporáneo nos lleva a un debate mayor donde retomamos lo republicano, lo plurinacional, las diversidades de género. Entonces, corresponde preguntarnos si somos capaces, desde la política y desde el derecho mismo de los trabajadores organizados, de representar esos intereses.
Ahí hay muchos planos, porque hay uno que es muy importante y normalmente no lo resaltamos y es el de la democracia sindical interna. Es decir, no estamos hablando puramente de un problema de cuánto porcentaje tiene esta opción politica, por el contrario, democracia sindical es la apreciación de este tipo de identidades que combinan. La más importante posiblemente sea la de género, pero está la étnica, entre otras.
¿Qué rol juegan en ello mecanismos como las cuotas o la paridad?
Generalmente, hay una tendencia no solo a establecer una cuota sindical sino compromisos fundamentales por parte del sindicato de ir cambiando las estructuras directivas. Es decir, una cosa es que el 50% de la ejecutiva sindical sean mujeres, y otra idea es intentar que los cargos de dirección reales lo ocupen las mujeres. Ese es un esfuerzo de la organización.
Luego también hay otra identidad que es la juvenil. En España es muy importante pensar que la generación del antifranquismo- que ganó la democracia- tiene que ser sustituida. Y además, hay otra idea, la de estables y precarios, donde estos, en muchas ocasiones son jovenes y mujeres. Por tanto, en muchas ocasiones hablar de precariedad es hablar de estas dos identidades.
Por tanto, el programa sindical es muy interesante porque consigue que el sindicato cree un hábito de la diferencia dentro de la unidad. La promoción de esas identidades enriquecen al conjunto y lo hace más representantivo.
He visto el cambio que supuso la creación de una secretaria de la mujer en Comisiones Obreras y cómo esa politica de un feminismo socialista ha ido paulatinamente y luego, con mayor fuerza, permeando todas las estructuras y creando una mirada sindical. Después, el salto ya ha sido a través de la modificación de la estructura. En el décimo congreso de Comisiones Obreras consideran más importante la secretaría de acción sindical que, por vez primera, es desempeñada por una mujer.
IDENTIDADES NACIONALES, PROCESO CONSTITUYENTE Y ACCIÓN SINDICAL
La “cuestión catalana” y las identidades nacionales plantean en España y Latinoamérica entendimientos distintos de la promesa constitucional y republicana ¿cuál es el alcance y consecuencias de estos resurgimientos nacionalistas, para y desde los trabajadores, de cara a posibles procesos constituyentes?
Dentro de las identidades múltiples no es igual la concepción francesa o italiana sobre la unidad nacional. En el caso de este último país, la unidad nacional -reivindicada por Gramsci- es un elemento de construcción no burguesa, sino nacional, socialista, y popular. Nosotros hemos tenido un problema con la plurinacionalidad vasca, catalana y gallega. La izquierda, el sindicato, tenía una mirada federal que enlaza mucho con el anarquismo; mientras que el pensamiento socialista era más centralizador, el anarquista era un planteamiento federal. Esa idea fue muy bien acogida por el antifranquismo, y como todas, tuvo que negociarse.
El problema del encaje territorial tuvo que negociarse, pero tiene una vertiente sindical muy peculiar: España es el único país posiblemente de Europa donde tenemos un sindicalismo nacionalista, es decir, tenemos organizaciones sindicales representativas que entienden que defienden mejor los intereses de los trabajadores revalorizando su identidad nacional. Esto no niega la capacidad de confederalidad, el mejor ejemplo de ello es Comisiones Obreras de Cataluña, el único sitio donde no hay un sindicato de nacionalidad en España es en Cataluña.
Y en un proceso en el que liga eso con una mirada sobre Europa, acerca de la solidaridad entre los trabajadores y sindicatos europeos, desde ese punto de vista, no debe haber un problema en conceptuar una estructura de estado federal. Donde el sindicalismo español ha hecho algo muy claro y es mantener el derecho a decidir que, naturalmente tiene que tener de proceso de negociación en donde los catalanes encuentren varias formas de encaje en el sentir español al margen de la posibilidad de secesión. No es cierto que solo haya una fórmula de salida a “la cuestión catalana”, el problema terrible es la reducción del discurso a una bipoliaridad unión/secesión y que no se admitan matices. El sindicalismo confederal (CCOO y UGT), que no ha sido escuchado en este problema, ha mantenido desde el principio el derecho a decidir y a una apertura a un proceso de negociación sobre las formas de integración en el marco estatal de referencia.
Para los europeos hay un segundo tema que versa sobre qué hacemos con Europa. El problema más grave es la gobernanza de Europa donde el sindicalismo va con retraso porque tiene una relación muy fuerte con la forma estatal -de hecho, está construido sobre la frontera nacional- y este espacio se encuentra por asi decir “vaciado” por la cesión de soberanía a la Unión europea. Se sabe que el espacio europeo es un espacio de libertad de movimiento, y de libertades económicas donde es necesario actuar en solidaridad. Ahí nosotros tenemos una confederación europea de sindicatos que no ha llegado a constituirse como el sujeto colectivo que requiere ese espacio, porque todavía tienen mucho peso las consideraciones nacionales de cada sindicato que forma parte de la CES. La reforma estructural que, a partir del 2010 con la crisis del euro, se ha puesto en marcha en Europa ha jugado inteligentemente con la idea de irse aplicando en cada uno de los territorios de una determinada manera.
En Grecia, de una forma brutal, en España, Portugal, Italia, Bélgica e Irlanda, ese tipo de fragmentación ha querido ser confrontada por la parte más lúcida del sindicalismo europeo. Hubo un momento importante, el 14 noviembre 2012, en el que se intenta hacer una jornada europea de huelga general contra la reforma laboral. Chipre, Grecia, Italia, Portugal y España lo siguieron, pero el sindicalismo francés no acompañó en ese tema porque no se ve afectado, y ahí se puede constatar la ceguera de los nacionalismos de base estatal. Respecto de los sindicalismos del norte, miran con cierta prevención esta idea, piensan que la extensión de derechos al sur, en un momento dado, puede poner en peligro su Estado social, por eso, se mantuvieron al margen. Los que entendieron muy bien la cuestión fueron los sindicatos alemanes, aunque por su tradición no secundaron una huelga “política”, sino que celebraron asambleas y manifestaciones y sin embargo, los países del Este que eran unos elementos centrales en esta estrategia no pudieron secundar la huelga por una debilidad intrínseca, porque aún requieren de un largo episodio de adapatación sobre este mundo tan complicado de la gobernanza financiera. Creo que éste es el reto más trascendente para el sindicalismo europeo, aunque tiene claro cómo es la manera de superarlo, carece sin embargo de potencia para poner en práctica esa capacidad de intimidación, de presión.
HEGEMONÍA CULTURAL, ACCIÓN COLECTIVA Y NUEVAS TECNOLOGÍAS
Has mencionado a Gramsci, en Latinoamérica tenemos a nuestro ‘Gramsci’ que es José Carlos Mariátegui. Respecto de la dimensión simbólica, ¿cómo construir hegemonía cultural desde y para los trabajadores? En Latinoamérica resuena mucho Podemos, y la búsqueda de nuevas formas de comunicar a través de las tecnologías. ¿Cómo va la tarea sindical en estos espacios?
En estos temas el sindicato se ha desarrollado mucho porque esta bien implantado en la realidad social, tanto en Comisiones Obreras como en UGT. Tenemos un secretario general que es un tuitero razonable, hay medios de comunicación comunes y utilizados. Pablo Iglesias, Alberto Garzón, de Izquierda Unida, utilizan el Twitter como medio de comunicación política. El problema más grande que veo es la fosa que separa a los grandes medios de comunicación, que cada día más están orientados hacia la libertad de empresa -la libertad de información hoy es libertad de empresa- y los espacios para una información libre. Esto es un problema grande, que no se puede disociar del deteriorio gravísimo y las condiciones de precariedad extrema de los trabajadores de esos medios.
Además de eso, está la idea de cómo conseguir que los proyectos del sindicato tengan visibilidad, que puedan crear opinión pública, pues desde hace un tiempo hemos abandonado la idea de crear medios propios de comunicación. Hacia finales de los años setenta todos los sindicatos tenían sus órganos de expresión, que eran naturalmente periódicos. En la actualidad, a la opinión pública, se les ofrece opciones muy totalitarias, en donde casi todo es blanco y negro, y donde se inculca la idea del enemigo, en el sentido de que la política es amigo-enemigo: el amigo es el dueño de los medios de comunicación y los medios públicos. En el caso catalán se ha visto que tanto la televisión pública catalana como Televisión Española obedecen a sus dueños.
A qué espacio podemos entrar, ese es el problema. Se tiene que crear desde abajo hacia arriba como en el 15-M. Podemos es una emanación política de este movimiento que generó esa capacidad de comunicación y de apertura de un espacio de interrelación entre las personas y una forma de debatir y comunicar sobre la política.
Con toda la crítica que puede motivar el movimiento “5 estrellas” de Italia, se puede observar que hicieron algo parecido, mientras que en Portugal las formas son más clásicas. Sigue siendo un problema cómo construir desde abajo un espacio propio de opinión donde los debates que tenemos sobre temas importantes acerca del conjunto de la sociedad sean, a su vez, conocidos por el conjunto de la sociedad.
SOLIDARIDAD INTERGENERACIONAL Y DERECHO A PENSIONES
Una problemática que suele ser invisibilizada es la situación de los adultos mayores y su derecho a las pensiones. En Chile hay un debate sobre la privatización de las pensiones. ¿Hasta qué punto la solidaridad intergeneracional puede construir un proyecto de sociedad distinto?
Hay un problema de fondo que es la precariedad. Es muy difícil que un trabajador precario -que suele ser jóven, ahora hasta los 40 años- pueda proyectar su inquietud sobre el futuro, porque su inquietud está en el presente.
El otro tema es que el sistema de seguridad social en España es de reparto, de tal manera que los ancianos pensionados perciben la prestación de vejez gracias a quienes son trabajadores en ese momento. A pesar de que no es difícil de entender, mediáticamente no se presenta así, se visualiza cómo si los pensionados lo fueran por el ahorro y cotizaciones que han aportado, porque el sistema contributivo de financiación del sistema de seguridad social genera esa ilusión. Esto genera una cierta disfunción en la forma de contemplar el problema. Lo que sí es cierto es que hay una evidente preocupación por los mayores; primero porque son muchos en Europa, debido a una prolongación de la vida gracias a que el sistema sanitario es universal y eficiente.
Pero que más gente viva más tiempo significa que lo deben hacer con una pensión digna. Este ha sido un elemento central en la reivindicación de los sindicatos, junto con otras reivindicaciones como la ampliación de la protección a las personas que no trabajan y están en situación de necesidad, es decir, no solo a los pensionados, sino a invalidos, a los que están en situación de necesidad, eso fue obra sindical. También los salarios sociales.
Este tipo de perspectiva sobre cómo involucramos a grandes masas de personas que están muy preocupadas por el paro, el desempleo o el trabajo irregular es uno de los grandes problemas sindicales. Visibilizar esto a través de las grandes marchas de jubilados o la idea de conseguir una iniciativa legislativa popular para las pensiones dignas, son ejemplos de esa implicación activa y movilizadora del sindicato, pero en cualquier caso, el problema es la ruptura y la fragmentación entre un trabajo estable y uno precario.
DERECHO DE HUELGA, EL DESPIDO COMO VIOLENCIA, Y EXPROPIACIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO
¿Cuál es el entendimiento del despido como violencia no solo desde el poder privado sino incluso en algunas situaciones desde el propio Estado?
Hemos tenido experiencias importantes sobre ello. En las huelgas generales contra las reformas laborales causadas por la gobernanza económica europea, el arma tradicional de los sindicatos es el piquete. Nos hemos encontrado con la criminalización del piquete por parte del poder público. Hemos tenido más de 300 sindicalistas procesados penalmente, con lo que eso implica, de acudir a la comisaría, algunas penas de 8 años de cárcel. Esto fue objeto de queja a la OIT y objeto de una inmensa movilización sindical. Esta movilización generó un pronunciamiento de varios tribunales absolviendo a los trabajadores acusados al comprobar que las únicas pruebas que existían eran las imputaciones policiales, lo que indica que junto al acto de violencia del poder privado, existe la expropiación de la resistencia obrera por parte del poder público.
Otro elemento fundamental de la cultura sindical del sur de Europa es la apropiación de las calles, que a pesar de pertenecer a la ciudadanía, son expropiadas por la presencia policial. El Estado, pese a estar reconocido el derecho de huelga y a tener un sistema judicial garantista, sigue sin embargo apostando claramente a favor de mantener una perspectiva de represión de la resistencia popular y obrera.
El siguiente tema es el de los despidos, asunto complicado porque aunque en España y en Europa tenemos una fuerte defensa antidiscrimintoria, por ejemplo, el militante sindical está mejor protegido, pero no es tan secillo, sobre todo en medio de una crisis. Cuando tienes una situación de desempleo masivo, aunque el despedido pueda ser posteriormente readmitido no es una situación agradable y menos para las familias. Tenemos un estado social que garantiza que la educación se cumpla para estos niños de las familias obreras sin importar su situación porque es gratuita, al igual que la sanidad.
Hay que entender que tenemos un colchón, pero con todo y eso, cuando hay una situación de desempleo masivo, la amenaza del despido sufre un efecto muy fuerte. La amenaza no va a venir por la actuación sindical si no por el despido colectivo. Gran parte de los despidos sucedidos durante 2011 y 2013 son sindicales.
El más clásico es el de Coca Cola que cuenta con una fábrica con 300 trabajadores, conocidos como ‘los espartanos’. En esta fábrica hicieron un expediente de regulación de empleo clásico. Sin embargo, los trabajadores para protegerse hicieron huelga, y como consencuencia fueron despedidos. El Tribunal Supremo determinó que los despidos, al margen de los motivos económicos que la empresa aducía, se produjeron como consecuencia de haber iniciado los trabajadores una huelga. Por ello, todos los despidos fueron declarados nulos judicialmente, y como consecuencia, eso dio lugar a ver cómo se conseguía la readmisión. Hubo un grave problema que duró un año porque la empresa se negó a readmitirlos. Situación que aun sigue siendo un problema porque ahora Coca Cola ha abierto la fábrica pero no da ocupación efectiva. Esta lucha colectiva es una señal, para los dos lados, de cómo la empresa, en este caso una multinacional, se resiste y entiende que la violencia que acompaña a esa decisión es irreversible, y muestra una resistencia obrera que aprovecha los resquicios legales para poder manfiestarse.
¿ARCA DE NOÉ O TORRE DE BABEL?
¿Sigue siendo necesario, como decía Umberto Romagnoli, un Arca de Noé para el Derecho del Trabajo?
Son símbolos que comprendo que literariamente son interesantes, pero creo que en realidad hay que desdramatizar un poco más la historia. Nuestra situación no es para nada boyante, a partir del 2008, año de la gran crisis, estamos en una restauración reaccionaria y conservadora en todas partes. Las resistencias son muy fuertes, algunas indeseables, pero son productos de una reacción popular: el nacionalismo populista europeo es ante todo una deslegitimación de la gobernanza económica.
Creo que hay una crisis profunda a nivel general de la socialdemocracia. Hay una impotencia clásica de las ideologías revolucionarias que, en gran parte, son alcanzadas por un extraño bacilo que es el sectarismo, que es lo que caracteriza a esta izquierda que es radical, que conlleva esa gripe que le vacia los pulmones y le impide actuar. Pero creo que hay una fuerte capacidad de ir adaptándose y de cambiar algunos de los elementos, en última instancia, creo que lo que nosotros estamos viviendo no fue nada en comparación con lo que debió ser la revolución industrial. Me parece que el vendaval que supuso cuando en la Iglesia de Saint Martin´s hacen el manifesto de la Sociedad Internacional de Trabajadores el mundo era muy terrible, y la explotación de la clase obrera monstruosa. No quiero decir que vivamos en un mundo mejor, pero lo que quiero decir es que la relación laboral, la laboralidad, la consideración del trabajo como una mercancía y por tanto, su regulación, ha aumentado de manera exponencial en todo el mundo. Y también, por tanto, la capacidad y la posibilidad de crear sujetos colectivos que actúen y representen.
Claro, no sabría yo si construir una Torre de Babel o un Arca de Noé, pero desde luego el diluvio ya está anunciado. Tal vez con el cambio climático, el diluvio tenga alguna manifestación que nos permita actuar como si pudiéramos salir abriendo un camino hacia un mundo más justo donde la explotación si no desapareciera, al menos fuera cada vez más limitada.
Desde una visión cosmopolita, de solidaridad internacional, es relativamente sencillo, tenemos una manera de ver en común, y muchas veces esto lo olvidamos. Podemos comprendernos sobre situaciones diferentes, casi nada tiene que ver la construcción sindical en Perú respecto de la de España, pero podemos entender que hay nexos comunes que nos acercan y nos aclaran. Esto es algo a desarrollar y avanzar, y desde el Derecho Laboral mucho más porque es una construcción que permite una mayor facilidad de acercamiento. En estos encuentros el lugar ha variado, el clima general, la media ideológica jurídica de lo que se entiende por Derecho del Trabajo y los intereses que se deben llevar a cabo han cambiado en un sentido emancipatorio: ahí veo una tendencia positiva, y podemos encontrarlo en más sitios. Una mirada que revalorice nuestras mejores experiencias es una mirada tan necesaria como la que tenemos para criticar nuestras insuficiencias.
DICTADURA, MEMORIA Y TRABAJO
Hay herencias autoritarias que comparten países como Perú, Chile y España, y que lamentablemente aún no han sido adecuadamente procesadas ni superadas ¿Qué valores constitucionales deberían movilizarnos, desde el trabajo, como necesarios para deconstruir esas herencias dictatoriales?
Las dictaduras se empeñan en borrar la centralidad del trabajo. El liberalismo intenta cambiar la semántica de la relación entre riqueza y trabajo, y la traslada a la empresa, y ahí surgen el emprendimiento o emprendedurismo. Es decir, intenta desplazar la figura social que crea riqueza hacia el emprendedor y no al trabajador. En este sentido, el trabajo debe gozar no sólo de protección en las leyes sino que debe estar integrado a un pacto constitucional donde el trabajo y las figuras que lo representen sean decisivas. Esto se hace reconociendo que además que el trabajo es central en la creación de riqueza y en la cohesión social y política; lo que hay que hacer es pensar en una consideración especial en la Constitución de los derechos que derivan del trabajo y en la existencia social que gira en torno al trabajo como la vivienda, sanidad, etc.
Lo más importante del acuerdo constitucional es que sea un acuerdo en torno a la centralidad de trabajo y en torno a la garantía de las condiciones de existencia digna. Esto luego se complica: el trabajo debe tener varias facetas, hay informalidad, hay que mirar también qué hacemos con el trabajo no mercantilizado, el trabajo de cuidados. Un nuevo pacto constitucional debe de tener en cuenta estos elementos que están muy discutidos.
La capacidad de producir debates, interpretaciones de la realidad que está generando la cultura progresista es enorme, hay discusiones muy creativas en curso. Una reforma constitucional es decisiva porque nos libera del autoritarismo clásico de las dictaduras, y nos libera de ese extraño maridaje que tienen las dictaduras con el liberalismo.
¿Y ese extraño maridaje entre dictadura y liberalismo se puede disolver con la memoria? Pareciera que la España de la transición no reflexionó lo necesario sobre ese período.
El Pacto Constituyente y la Transición traen consigo una amnesia como condición del pacto. La idea fue la amnesia, y residualmente la monetarización de algunos recuerdos, es decir, conceder pensiones asistenciales para los militares de la República, pero nada de hablar de muertos o de fusilados en las cunetas. Esto es una cosa que aparece al comienzo del nuevo siglo como una reivindicación democrática, una nueva generación que recuerda lo que la generación de la transición pactó olvidar. La Ley de Memoria Histórica es insuficiente, pero hay elementos que forman parte del debate con toda una serie de pasos adelante y hacia atrás. El Ayuntamiento de Madrid ha hecho un plan de derechos humanos que ha incluido una recuperación de la memoria histórica, y esto es una línea que se prolonga en otras muchas ciudades donde las candidaturas ciudadanas han vencido en las elecciones de 2015. La reparación de aquellos crímenes es muy difícil, pero cabe otra reparación que es la simbólica, el reconocimiento público del horror y la barbarie del franquismo.
Sigue siendo un elemento de feroz contraste que la derecha gobernante no acepta, no quiere recordar. Creo que es ilusionante que sea asumido por jóvenes generaciones. España va por detrás en la lucha contra los fascismos como en Italia y Alemania, que pueden ser ejemplos, o de Argentina, Brasil o el propio Chile.
Recomendamos visitar el blog de Antonio Baylos Grau: baylos.blogspot.com. El cual esta próximo alcanzar el medio millón de visitas.