Autor: Enrique Fernández-Maldonado (en Diario Uno, 24 de julio 2016)
Dos opciones enfrenta el próximo ministro de Trabajo, Alfonso Grados Carraro. O mantiene la cartera como está, convertida en un anexo del Ministerio de Economía, en mesa de partes de la Confiep. O asume un camino más costoso y riesgoso, pero al mismo tiempo ambicioso y gratificante, como es devolverle autoridad y respeto al MTPE. ¿Cómo? Cumpliendo con su rol regulador de las relaciones de trabajo. Convirtiéndolo en un activo promotor del empleo digno. En el ente articulador de los ministerios sociales y productivos. Devolviéndole la función social que algunos despistados le niegan interesadamente.
Pero para avanzar hacia ese ministerio que hoy no es, hacen falta dos cosas: voluntad política y recursos financieros. ¿Los tendrá el nuevo ministro? Acá listamos una serie de retos y prioridades que deberá asumir, siempre que quiera trascender la mediocridad y conformismo de las últimas gestiones.
Relanzar las inspecciones. El nacionalismo lo intentó al crear la SUNAFIL. Sin embargo, una combinatoria de presiones empresariales, escasos recursos y una dirección errática, hicieron de la superintendencia un bluff burocrático. Según el Sindicato de Lima Metropolitana, se necesitan 2,000 inspectores a nivel nacional. Actualmente son apenas 105 a nivel nacional, 97 de los cuales están en Lima.
Sacar al MTPE de la orfandad presupuestal. Los recursos asignados a la función Trabajo representan este año apenas el 3.2% del presupuesto público y el 0.04% del PBI. Está en el ministro AGC (y en el MEF) revertir esta situación. En esta tarea se puede apoyar en el fujimorismo, que incluyó en su plan de gobierno mejoras presupuestales y cuenta con mayoría parlamentaria para ello.
Evaluar la pertinencia y sentido de los programas de empleo. A estos se orientan ¾ partes del presupuesto sectorial. Sin embargo, un estudio reciente de OIT (2016) encuentra que Trabaja Perú –el programa de mayor alcance– aumenta la “inserción” informal o autónoma de los beneficiarios (menos de 50 mil el 2014); y en menor medida el empleo asalariado. Estos resultados se explican no solo por los escasos recursos invertidos (a nivel regional estamos a la cola en este tipo de programas), sino porque es el mercado –y no el ministerio– el espacio dinamizador del empleo.
Replantear el proceso de descentralización. Tal como fue diseñado, ha implicado diversas dificultades. La transferencia de competencias a los gobiernos subnacionales encontró resistencias en las Direcciones Regionales, carentes de personal y recursos, cuando no sometidas al poder económico local o transnacional. En este escenario, la Autoridad de Trabajo perdió legitimidad y credibilidad, pero sobre todo capacidad operativa. Especialmente en el manejo de los conflictos laborales.
Reformas ineludibles. Aprobar una Ley General del Trabajo (como propone el FA), en las actuales circunstancias (con un congreso neoliberal), no es estratégico. Sí lo es exigir algunos cambios que el próximo gobierno deberá encarar inevitablemente y que están relacionados con las recomendaciones hechas por el Departamento de Trabajo norteamericano, que exige al Estado peruano modificar el régimen laboral de las exportaciones no tradicionales, por vulnerar derechos colectivos y sindicales. El gobierno tiene hasta diciembre de este año para acatarlas. De lo contrario, podrían suspenderse las ventajas arancelarias obtenidas en el marco del TLC.
Designar funcionarios competentes. Estos deben ser especialistas ética y profesionalmente solventes. Ubicar a ex funcionarios cuestionados en cargos de dirección, puede resultar contraproducente si quiere mantener buenas migas con el movimiento sindical (http://www.sindicalistas.net/).
Promover el diálogo social, como lo hiciera su padre Alfonso Grados Bertorini. La aprobación del convenio OIT sobre el salario mínimo, incorporando criterios técnicos para su ajuste periódico, es una primera gran tarea para el Consejo Nacional del Trabajo. Volveremos sobre ello.
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Pero para avanzar hacia ese ministerio que hoy no es, hace falta dos cosas: voluntad política y recursos financieros. ¿Los tendrá el nuevo ministro? Acá listamos una serie de retos y prioridades que deberá asumir, siempre que quiera trascender la mediocridad y conformismo de las últimas gestiones.