El periodista Carlos Contreras plantea un tema polémico, pero pertinente para el mundo sindical (no solo) español: la unificación de Comisiones Obreras (CC.OO.), la Unión General de Trabajadores (UGT) y de la Unión Sindical Obrera (USO), a la sazón las principales confederaciones sindicales de ese país. Para que se entienda por estos lares, y salvando las distancias, algo así como juntar a la CGTP y la CUT en una sola central sindical.
La razón principal argumentada por Contreras sería el criterio de “la unión hace la fuerza”. Frente a la avanzada patronal, que ha logrado capitalizar los cambios estructurales generados por la Globalización en el campo de la economía y la política, los sindicatos han cedido terreno político y organizativo ante su incapacidad para sintonizar con los nuevos tiempos. “Es evidente –nos dice Contreras– que el ecosistema en el que tradicionalmente se ha desenvuelto con soltura el mundo sindical ha cambiado. Y mucho. Y esta evidencia es más que palpable en España donde, además, el modelo de sindicalismo confederal que surgió de la Transición (dos sindicatos vertebrados ideológicamente a la medida de los dos grandes partidos de la izquierda) no ha sufrido mutaciones significativas. (…) No se ha producido ese recambio generacional que sí se ha dado en el proceso productivo. Como consecuencia de ello, los sindicatos tienen hoy un problema de legitimidad que los hace innecesarios a los ojos de muchos trabajadores”.
En el caso Argentino, el paso viene apurado por la arremetida del nuevo gobierno derechista de Mauricio Macri, que en los cuatro meses y pico que lleva en la Casa Rosada, viene generando algunos miles de despidos en el sector público y privado. Como informa Alfredo Saiat, de Página 12, según el Observatorio del Derecho Social de la CTA-Autónoma se tratarían de 68.563 despidos; para el Centro de Economía Política Argentina (CEPA) los despidos afectarían a 141.542 trabajadores. Y para la Unión Industrial Argentina estos podían ir entre los 100.000 y 200.000 empleos. Esta semana el conflicto político se vio agudizado luego de que la oposición en el Senado diera sanción, con más de dos tercios de los votos, a una ley de emergencia ocupacional que tiene por objetivo implementar medidas concretas que sirvan para paliar, en lo inmediato, la drástica pérdida de poder adquisitivo y el creciente desempleo. Sin embargo, esta ley fue observada por el gobierno de Macri, lo que no hizo sino agudizar el conflicto político y social.
A tal punto que, las centrales sindicales reunidas en la Plaza de Mayo para celebrar el día del Trabajo, estarían evaluando un paro general en los próximos meses. La gravedad de la situación ha llevado no solo a confluir –por primera vez– en una movilización política, sino a presentar un pliego único al gobierno que aborda cinco puntos fundamentales: emergencia ocupacional, impuesto a las ganancias, asignaciones familiares, 82 por ciento móvil, derecho a huelga sin aplicación del protocolo de seguridad y la no intromisión del gobierno en la vida sindical.
Aunque todavía queda mucho pan por rebanar, y siendo un proceso altamente complejo, resultan interesantes las declaraciones del secretario general de la CTA, Hugo Yasky, que calificó la jornada del 1° de mayo como el inicio de “una historia distinta” y que la marcha de las cuatro centrales “va a pasar a la historia” por haber cambiado el rumbo del gobierno de Macri. “Si bien es importante” la “mesa de unidad” entre las cúpulas sindicales, “es más importante ver al pueblo en estas calles que demuestran la unidad y la voluntad de lucha”.
Tanto el caso español como el argentino se parecen en sus factores estructurales al peruano. Cambios en la organización y regulación del trabajo, movimientos sindicales debilitados, gobiernos de derecha que gestionan el modelo a expensas de los trabajadores. En contextos como este, la preocupación de Contreras es válida y hasta pertinente, considerando la asimetría de la contienda capital-trabajo. En España y en todo el mundo.
En ese sentido, podemos preguntarnos también por acá: ¿Es posible imaginar una unificación de las centrales sindicales peruanas? ¿Ganarían o perderían en capacidad de incidencia y afiliación sindical? ¿Cuál sería la posición de la CGTP y la CUT, por ejemplo?
Bienvenidos al debate.